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En el 2016, muchos “opinólogos” decían que “El peor Congreso de la historia” fue aquel parlamento de mayoría fujimorista, debido a sus escándalos de encubrimiento y permanente confrontación con el gobierno “Lavajatista” de Vizcarra. Sin embargo, al día de hoy, esas pugnas de poder entre el Congreso y el Ejecutivo son historia del pasado si lo comparas con el Congreso actual, que mantiene una "relación armoniosa" con el gobierno de Dina Boluarte, quien les permite hacer y deshacer las leyes a su conveniencia, mientras no cuestionen su gobierno. Ante esa omisión del ejecutivo, se han dado el lujo de modificar casi la tercera parte de la constitución: pasó de ser un Congreso legislativo a uno constituyente.
Y lo que más llama la atención, es que estos congresistas sin ser un partido mayoritario ni dominante, motivado principalmente por intereses personales, ha logrado lo que para los partidos políticos tradicionales era imposible: obtener el consenso de 87 votos parlamentarios para cambiar y crear leyes de rango constitucional. Si bien es cierto que es legítimo hacerlo porque es necesario realizar reformas, pero de ahí a cambiar 84 artículos es una clara usurpación al poder constituyente que recae en el pueblo. Cualquier persona con sentido democrático sabe que tal cantidad de cambios en la Constitución debería hacerse únicamente mediante un proceso constituyente, o por lo menos, consulta popular.
Así mismo, hay que resaltar de que esos cambios a la constitución no se hicieron necesariamente por el bien del país, sino principalmente para atornillarse en el poder por varios periodos y buscar impunidad. Los congresistas, en su borrachera de poder, “disolvieron” el Congreso unicameral para regresar a la bilateralidad para el próximo periodo de gobierno, promoviendo la reelección para sacar ventaja de su cargo de congresistas, alternando cargos de senadores a diputados: hecha la ley, hecha la trampa. A este paso, en dos legislaturas más podrían cambiar otros 100 artículos si lo ven conveniente a sus intereses. Todo esto sin necesidad de hacer alguna consulta a la población, lo cual es totalmente antidemocrático.
Finalmente, cabe decir que, este Congreso conformado en su mayoría por independientes improvisados, son la expresión de la crisis de partidos que venimos arrastrando desde fines de los 80s. Los parlamentarios se guían únicamente por intereses personales, con varias bancadas nuevas formadas sin representación partidaria real: utilizaron a los partidos solo como trampolín electoral para obtener una curul. Al traicionar a sus partidos y a sus electores no rinden cuentas a nadie, y no representan a nadie.
500palabras.pe
Fecha: 2024-07-05 00:00:00
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En el 2016, muchos “opinólogos” decían que “El peor Congreso de la historia” fue aquel parlamento de mayoría fujimorista, debido a sus escándalos de encubrimiento y permanente confrontación con el gobierno “Lavajatista” de Vizcarra. Sin embargo, al día de hoy, esas pugnas de poder entre el Congreso y el Ejecutivo son historia del pasado si lo comparas con el Congreso actual, que mantiene una "relación armoniosa" con el gobierno de Dina Boluarte, quien les permite hacer y deshacer las leyes a su conveniencia, mientras no cuestionen su gobierno. Ante esa omisión del ejecutivo, se han dado el lujo de modificar casi la tercera parte de la constitución: pasó de ser un Congreso legislativo a uno constituyente.
Y lo que más llama la atención, es que estos congresistas sin ser un partido mayoritario ni dominante, motivado principalmente por intereses personales, ha logrado lo que para los partidos políticos tradicionales era imposible: obtener el consenso de 87 votos parlamentarios para cambiar y crear leyes de rango constitucional. Si bien es cierto que es legítimo hacerlo porque es necesario realizar reformas, pero de ahí a cambiar 84 artículos es una clara usurpación al poder constituyente que recae en el pueblo. Cualquier persona con sentido democrático sabe que tal cantidad de cambios en la Constitución debería hacerse únicamente mediante un proceso constituyente, o por lo menos, consulta popular.
Así mismo, hay que resaltar de que esos cambios a la constitución no se hicieron necesariamente por el bien del país, sino principalmente para atornillarse en el poder por varios periodos y buscar impunidad. Los congresistas, en su borrachera de poder, “disolvieron” el Congreso unicameral para regresar a la bilateralidad para el próximo periodo de gobierno, promoviendo la reelección para sacar ventaja de su cargo de congresistas, alternando cargos de senadores a diputados: hecha la ley, hecha la trampa. A este paso, en dos legislaturas más podrían cambiar otros 100 artículos si lo ven conveniente a sus intereses. Todo esto sin necesidad de hacer alguna consulta a la población, lo cual es totalmente antidemocrático.
Finalmente, cabe decir que, este Congreso conformado en su mayoría por independientes improvisados, son la expresión de la crisis de partidos que venimos arrastrando desde fines de los 80s. Los parlamentarios se guían únicamente por intereses personales, con varias bancadas nuevas formadas sin representación partidaria real: utilizaron a los partidos solo como trampolín electoral para obtener una curul. Al traicionar a sus partidos y a sus electores no rinden cuentas a nadie, y no representan a nadie.